¿Y a qué nos referimos con «accesibilidad emocional»? A un territorio que parece menos explícito que lo que suele denominarse como «cognitivo». Un territorio con mil y una claves implícitas, que se juegan en la dinámica de las interacciones sociales, en las artimañas que se tejen entre las personas, sus intercambios, sus miradas y sus silencios.
Lo emocional dibuja para las personas con autismo una geografía de barreras, de muros, de vacíos. El desafío es diseñar una cartografía de puentes. Y esos puentes tendrán como misión hacer –en lo posible– visible lo invisible, explícito lo implícito. Un cartel luminoso y comprensible que se ofrezca en lugar de la inasible inferencia.
¿Cuáles son los desafíos para tener en cuenta a fin de poder brindar los apoyos necesarios? ¿Qué palabras, qué conceptos, qué ideas formarían parte de un ABC de la accesibilidad emocional? Mencionaremos algunos de los que no podrían faltar:
– El mundo de la inteligencia emocional y la teoría de la mente (capacidad para atribuir mente –creencias, deseos, emociones, pensamientos– a los demás y a uno mismo).
– Aspectos vinculados con la interpretación y comprensión de emociones, relación entre expresiones emocionales y experiencias emocionales, por ejemplo.
– Emociones relacionadas con situaciones (causalidad), con deseos y con creencias.
– Aspectos pragmáticos de la comunicación, por ejemplo, la relevancia comunicativa
¿Por qué desplegamos esta especie de catálogo –incompleto– de desafíos? Porque para poder diseñar una cartografía de puentes, atajos y caminos de encuentro tenemos que comprender de manera adecuada la geografía de barreras. No hay una sola fórmula ni una única receta conveniente.
Seguimos subrayando que la peor de las barreras es la ignorancia. Y empezar a explicitar estos desafíos nos permitirá construir apoyos amigables, para crear un mundo emocionalmente más accesible