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#jugarxjugar

 

 

Sebastián toma el autito, lo da vueltas y lo coloca a la altura de sus ojos. Con una de sus manitos hace girar la rueda delantera, una, dos, tres, cuatro, muchas veces.
Golpetear, chupar, poner en fila, arrojar, pellizcar, golpear contra la mejilla, oler, agitar, rotar, lanzar hacia arriba, estrellar contra el suelo. Algunas de estas acciones pueden observarse con frecuencia, con distintos objetos y juguetes.

Santi tiene en la mesa varios muñequitos que forman una familia, un perrito, un bebé, unos muebles, una comidita. Objetos que invitan a jugar, a crear historias, a inventar un mundo de mentira. Explora el material y como si fuera un ingeniero construye una torre alineada casi perfecta colocando un juguete sobre otro. Como si se tratara de ladrillos o bloques. Hace caso omiso a cualquier invitación a la narración o a la semblanzade una historia familiar que se vislumbra en esos juguetes -esa especie de affordance o posibilidades de acción que emergen en las interacciones entre una persona y un objeto-.

¿Dónde está escrito qué significa exactamente jugar? Si jugar es divertirse y fluir, Santi lo estaba logrando con su torre.
¿Es que un avioncito solo puede usarse para hacerlo volar? En ese sentido podríamos decir que un avioncito “invita” a hacerlo volar. Sin embargo, esos son los usos convencionales de los juguetes. También un avioncito podría lanzarse como un proyectil o ponerse en fila, o apilarse en una de las torres de Santi, o servir para moverle la hélice una y otra vez. Los tipos de juegos podrían ser muchos, pero estos usos no salen de la nada, sino que responden a convenciones socioculturales.

No es que un niño o niña con autismo no jueguen, sino que no lo hacen necesariamente llevando a cabo el tipo de juegos que responden a estas convenciones socioculturales. Juegan de otra manera. Estableciendo relaciones originales y diferentes con los juguetes.

La diversidad también se expresa en las interacciones con los objetos, desde temprano en el desarrollo.
Dinamitemos un mito. Todavía presente en algunos libros y en boca de algunos especialistas. Podemos llamarlo “el mito del mundo físico”.

Se han subrayado hasta el cansancio las dificultades de los niños con autismo en la interacción con las personas. Su “problemática” relación con el mundo social. Esto dio lugar a que las investigaciones se hayan centrado principalmente en las interacciones del niño con los demás, poniendo en un segundo plano sus relaciones con los objetos del mundo físico.

Pero la investigación actual nos muestra que las relaciones con los objetos también resultan particulares y a veces conflictivas para los ojos de un observador externo. Es que nuestra relación con los objetos del mundo físico no es directa, sino que está mediada socialmente. Está mediada por la cultura.

Los objetos no son objetos físicos sin más. Son artefactos culturales. ¿Qué significa eso? Describamos un objeto “silla” o un objeto “camioncito de juguete” o un objeto “cuchara”. Esas definiciones no son naturales ni surgen del objeto físico mismo, sino que son inventos de la cultura. ¿Y quién le narra el alcance de esos inventos a los niños? La familia. ¿Cómo se aprende el uso convencional y los propios significados culturales de los objetos del “mundo físico”? A través de las relaciones sociales tempranas, los formatos comunicativos de intercambio, las prácticas de crianza, la adquisición progresiva de pautas de referencia conjunta, acción conjunta, atención conjunta. Es decir, el propio aprendizaje de relaciones e interacciones con los objetos tiene una matriz social, está mediado socialmente. Es falsa esa dicotomía binaria entre “mundo físico” y “mundo social”.

Pretender que un niño o niña con autismo juegue con juguetes y otros objetos tal como los dictan las convenciones del mundo social es no comprender su desarrollo. Imponer una exigencia absurda. Sería como pretender que desarrolle “naturalmente” el lenguaje, la comprensión de emociones o las habilidades sociales.

Hacer girar objetos es otra forma de jugar. (Fragmento del libro #Autismos. De madres, terapeutas y desafíos compartidos. Paidós)

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