Nuestra hoja de ruta compromete puntos muy sencillos que tenemos que atender:
- No reducir comunicación a lenguaje.
Por ejemplo, cuando Juanjo me lleva la mano hasta el ratón del ordenador, está comunicándome una petición. Quiere que le encienda el ordenador, ver en la pantalla los juegos que le gustan. No lo hace mediante el lenguaje verbal oral. Si concebimos que solo se comunica mediante el habla, estamos ignorando las conductas comunicativas que no incluyen expresión oral. No se trata solamente de un error teórico, sino también de una errada ponderación de las capacidades comunicativas de Juanjo y la línea de base para diseñar una adecuada intervención. - No reducir lenguaje a habla.
Pablo sale del colegio, y a la salida lo viene a buscar su abuela, como todas las tardes. Pablo saca el comunicador de la mochila y le señala los pictogramas de “pelota» y “patio de la escuela». Le está contando su jornada escolar, posiblemente lo más sobresaliente o memorable de su día. Lo hace mediante apoyos visuales, cuyo uso ha aprendido en el contexto de un programa de comunicación.
El lenguaje puede adoptar diversas modalidades perceptivas. La modalidad oral no es la única.